viernes, 27 de julio de 2012

Buenos Aires me mata.


Siempre vengo a Buenos Aires en la misma época, me gusto pasar Julio aquí, el motivo principal de mi viaje es visitar a las que yo llamo las mujeres de mi vida: Mi mamá y mi hermana, y por supuesto a mis sobrinos. Estar en Buenos Aires siempre me relaja, me hace sentir como en casa. No solo porque nadie me mima como ellas sino porque esta ciudad posee muchas de las cosas que me gustan. Los cínicos dirán #esolosbebes, los sibaritas el sentirse en Paris y los amigos el simple hecho de escaparse a un lugar donde hay de todo, incluyendo afectos. Pero creo que es una mescla de todo, aunque lo he hecho innumerables veces aun me gusta salir del subte por la escalera eléctrica y ver el obelisco, caminar por San Telmo, almorzar en Puerto Madero e ir a comprar chucherías al puerto de frutos en Tigre. Me gusta pasar el día con mis sobrinos y hacer cosas que nunca hago, como correr detrás de Santi o sacarle la lengua a Antonella. No soy y nunca he sido un tipo que tenga carisma para los niños, pero por mi sobrinos trato (si, trato) de hacer una excepción.  Hemos ido al cine a ver la Era del Hielo 4, hemos ido de paseo a un parque tematico y seguro iremos a un parque de diversiones. Y disfruto mucho mientras lo hago.
Esta ciudad también me permite escaparme de todo, de olvidar todo, me siento un extraño y eso por supuesto me de libertad, no para cosas mundanas sino simplemente para no poner a pensar que debo o que no debo hacer. Lo divertido de estar aca, y supongo que le pasa a cualquier persona que se encuentra en una ciudad que no es la suya, es que uno puede hacer simplemente lo que se le da la gana sin ponerse a pensar si eso está bien. Una de las cosas que mas me gusta hacer en la vida es caminar por Buenos Aires sin ponerme a pensar a donde voy. Voy donde mis pies me lleven. Ademas este viaje me ha servido para evaluar muchas cosas, las filosóficas esas que nos hacen preguntarnos quienes somos y a donde vamos, pero mas que nada las sentimentales, y por ese lado, y hasta ahora, esa persona a respondido bien. No tengo idea de si finalmente todo llegara al puerto que yo quiero o a otro, pero de lo que no tengo dudas es que estos quince días comiendo facturas, milanesas y buenos bifes en compañía de mis afectos me sirvieron para revitalizarme y estar mas seguro de en que posición estoy. 
Ayer mientras viajaba en el 60 hacia el centro y miraba como fluía el trafico, pensaba que es eso justamente lo que quiero: que las cosas fluyan, no quiero tener un plan maquiavélico o  demasiado elaborado para que todo finalmente salga como yo quiero. No. Quiero que todo funcione como debe funcionar y que las personas que estén sean las que tienen que estar. Ayer mientras cenaba con mi madre una tarta de jamón y queso que ella prepara como los dioses, le conté que me habían llamado para un nuevo proyecto y me dijo que yo tenia suerte porque era un buen hijo, lo que por supuesto me hiso sentir muy bien, que mas puede esperar uno en la vida que una frase así de tu madre. Y justamente cuando ya pensaba que la noche porteña no me sorprendería, recibí esa llamada con las palabras justas que necesitaba escuchar.
 Me faltan pocos días en Buenos Aires y mientras termino este escrito mi hermana  me reta por no sentarme a comer. Ella cuyo humor y cariño siempre me inspiran y que maneja la ironía de una forma tan natural como mi abuela, me da consejos tan simples como prácticos, sin ningún otro objetivo que lograr que todo me salga bien y que sea feliz en el intento.  Buenos Aires me mata por muchos motivos, por la sonrisa de mi madre cuando me espera en el aeropuerto, por las conversaciones con mi hermana, por la risa de mis sobrinos, por los asados junto a mi cuñado y mi primo y por esa profunda tristeza de la inevitable despedida. Pero uno de los mas grandes es que aquí siempre, siempre, soy feliz.