martes, 30 de junio de 2015

Over the rainbow

Cuando estaba en la primaria sufrí de bulling, aunque en mi época no tenía un nombre definido, pero igual lo sufríamos, ellos me gritaban, me empujaban, tiraban mis cosas alegando que yo era diferente. En la secundaria fue casi lo mismo, todos los días y me refiero a TODOS los días, cuando entraba al salón me gritaban: ¡Si, LI! Y yo no entendía por qué, nunca me sentí diferente a nadie, un poco ermitaño si, lorna también,  me emocionaba más ver bailar a Madonna o a Rafaela Carrá que un partido de fútbol, pero yo pensaba simplemente que mis gustos eran diferentes y disfrutaba de eso, porque significaba que no seguía a las masas sino que tenía mi propia personalidad, pero claro para ellos era obvio algo que para mí no. Me costó dos años más darme cuenta, cuando hacia la cola en un banco de Buenos Aires y un chico al que puedo describir al día de hoy, con macabra precisión, inicio una conversación comigo, que era gay. Nunca antes nadie me había hecho sentir así, el mundo a mí alrededor se había detenido, no había personas, no había contexto, solo existíamos él y yo en una conversación trivial, y por supuesto me aterré. A la semana siguiente empecé terapia, una de las mejores cosas que hice en mi vida, y logré entenderme un poco más. Pero aún me costaba mucho hablar del tema, porque siempre me habían enseñado que lo correcto era enamorarse de una mujer, casarse y tener hijos. Así es que decidí probar la bisexualidad y tuve un par de enamoradas, mujeres maravillosas a las que quise en verdad, pero que no llenaban mi vida. Me costaría dos años más y sin ningún aviso previo, como suelen suceder las cosas que valen la pena vivir, conocía a Ian, y mi mundo cambió. No solo me di cuenta que esa era mi esencia sino además que, como me había costado tanto llegar a aceptarme, ya no estaba dispuesto a que nadie me dijera lo que tenía que hacer, fui y soy libre. A la primera persona que se lo dije fue a mi gordis, luego a mi abuela que lo tomó con una tranquilidad y un buen humor que me hizo notar que era aún más obvio de lo que yo creía y que ella solo estaba, respetuosamente, esperando mi momento. Luego las más difíciles serian mi Mamá y mi hermana, pero sentados en un café de El Tigre se los dije y también me apoyaron. Y es por eso que creo, que si uno tiene el apoyo de su familia, lo demás no importa. No importa Cipriani, ni Martha Chavez, importas tú, en como vives tu vida, no como gay, sino como persona. Por supuesto que es terrible tener que llevar el estigma de que ser gay es malo y continuamente tienes que luchar contra eso y de muchas maneras, no solo el que te griten ¡Maricón! por la calle si besas o vas de la mano, sino a quien hace una broma o comentario sintiéndose cool y no tiene idea de lo ofensivo que es. La vida indefectiblemente será difícil para cualquier gay, pero es terriblemente más difícil si tu familia no te quiere solo por serlo. Gritarás en las marchas, bailaras en las discos y amarás a quien quieras, pero siempre te faltara algo. Por eso creo que la lucha primero comienza en casa, siendo tú mismo y logrando, como es natural, que te quieran solo por ser hijo, hermano o familia, si no existe ninguna diferencia en el trato entonces no te afectaran las diferencias afuera, si tu mamá te dice que te quiere por sobre todas las cosas, entonces todas las cosas están sobre ti, sin ensombrecer tu vida. Por supuesto que uno debe luchar por la igualdad de los derechos y estoy seguro de que lo hacemos con más fuerza cuando no existe en tu cabeza un motivo por el cual podrían discriminarte, ya que solo estas siendo tú y eso no debería molestarle a nadie.

martes, 16 de junio de 2015

Oh mio bambino caro

Hace un tiempo una buena amiga, mujer hermosa y extrañamente pragmática me dijo que siempre nos enamoramos de las mismas personas, y aunque por su puesto estaba de acuerdo, también pensé que era un poco exagerada o simplista la explicación, desde el punto de vista desde donde lo quieras ver. Sí, es verdad siempre me enamoro (encapricho) del mismo tipo de chico: bonito, delgado, algo culto o con bastante personalidad. Me gusta salir con alguien que cause envidia, seguramente por algún trauma psicológico auto infringido, no lo sé y tampoco me importa, yo lo disfruto y punto. El problema es cuando te dejas llevar, cuando le pones expectativas a una relación que ni siquiera es tal, ya me golpeado muchas veces, porque como dice Nicomedes: a cocachos aprendí. Las cosas como son, cuando te llevas tantos años de diferencia con tu saliente de turno, nunca, pero nunca, debes imaginarlo como nuevo novio, de boytoy no debe ascender, sino la cosa se pone complicada y de allí a noticia de ATV sobre un cabro mato a otro por celos no hay mucha distancia. La cosa es así, si se parece a Justin Bieber sácalo a pasear, mételo en tu cama, pero no a tu corazón. Esta lección como dije antes me costó mucho aprenderla, pero finalmente lo logre. Creo. Lo malo ahora es que como ando cerca,lamentablemente, de los cuarenta mi paciencia no es la misma. No tengo ganas de charlar, de conocer, de  escuchar el drama de quien cree que no tener wifi es suficiente motivo para un día miserable. Antes con tal de quitarles la ropa podía fingir que me interesaba en lo difícil de sus clases, lo incomprensión de sus padres, o por qué cree que será el próximo Lady Gaga y por supuesto no llega ni a Wendy Sulca. En mi hoy y ahora, no tengo tiempo para eso, o vamos directo al grano o no vamos.

Pero por supuesto, no sería yo si no fuese contradictorio y por algún motivo me sucede que las personas se sienten cómodas conmigo, y terminan contándome mucho sobre sus vidas y yo intrínsecamente me convierto en un buen oyente, razón por la cual, termino siendo el amigo Alfredo (FUCK!) y es entonces cuando te das cuenta que esta generación confunde las cosas, es muy fácil llevárselos a la cama porque están buscando desesperadamente algo de afecto, y aunque muchas veces, más de las que me gustaría admitir, me he aprovechado de eso, también casi siempre he terminado acariciándoles el pelo en vez de besarles la espalda. Si es cierto que sigo buscando a mi perfecto Dorian Grey, pero esta generación no busca, aunque no lo admitan o ni siquiera se den cuenta un Sugar daddy sino alguien que les dé al menos una idea de lo que deben hacer. Muchas veces me he sorprendido a mí mismo pensando en la discoteca, está bueno el chibolo, pero no debería estar en su casa o con gente de su edad, no se está adelantando mucho, creyendo que está en su momento, cuando en realidad solo será el nuevo agarre del sábado de alguien como yo. Esta bueno divertirse y añadir un punto más a tu lista, pero también es bueno sentir, que como dice Fito Páez, estas con un enemigo a la altura del conflicto.