La primera vez que lo vi fue en
un Mc Donalds de SJL en un rara tarde libre de Otoño, nos habíamos hablado en
Grindr y su foto me hacía recordar al cartel de Lolita en la versión de cine de
los 60s, cuando entre estaba de espaldas y volteo a verme como si sintiera mi
mirada, me sonrió y me sorprendió, había ido a este encuentro como a otros
tantos que uno suele tener con las personas que conoces en Grindr, pensé que
solo sería algún venezolano más en Lima, lindo y pobre, que busca alguien que
le invite alguna cena, y yo, siendo un depredador condescendiente siempre me había
aprovechado de esa vulnerabilidad, o supuesta vulnerabilidad en algunos casos.
Pero no. Jei era diferente y lo supe desde ese momento, quería seguir viéndolo,
escuchando sus historias, ver como se reía con las mías, me gustaba su libertad, su
puerilidad natural y su positivismo intrínseco, de quien ha pasado por mucho en
muy corto tiempo y que valora cada momento de paz o de atención. Mis ex y mis
amigos siempre dicen que yo soy un caballero y con él no sería la excepción,
pero como zorro viejo también fui dándole a entender en el camino que yo no
buscaba nada serio y que esto tal vez
no llegaría hacer nada y sin embargo se convirtió rápidamente en mucho. Tenemos
una relación perfecta para las cosas que cada uno vive, nuestras realidades son
muy distintas pero ambos nos utilizamos de vía de escape o de cable a tierra
dependiendo del momento. Con nadie más he sentido la libertad de ser yo mismo,
de caminar de la mano por la calle, de besarnos en cualquier lugar, de
disfrutar de las miradas de los demás, con nadie más me ha sucedido que no sea
yo él que besa sino el que se deja besar. La primera vez que lo vi decidí pasar
todo mi tarde con él, me gustaba su sonrisa, sus dedos largos, su altura, su
pelo afro y porte de modelo, su adicción por los influencers y que supiera la
diferencia entre un Clutch y un Vanite. Pero por sobre todas las cosas
disfrutaba de verlo verme, por más vanidoso que eso suene, sentir la mirada de
felicidad cuando alguien te ve, la alegría que le da tu compañía es algo que a
los 42 aun no conocía, no tengo duda de lo mucho que me han querido mis ex,
pero tal vez no tenía la transparencia con sus sentimientos que tiene Jei. Es
por eso que no tengo que dorarle la píldora, entre nosotros no hay cuentos
porque las cintas blancas no se vuelven cadenas, no tenemos un nombre para lo
que somos, no tenemos una fecha de inicio, porque nos gusta disfrutar nuestros
momentos, nuestros besos nos son solo besos también son un impulso, un cambio
de baterías, siempre que pienso en él recuerdo una canción que me gusta mucho:
Nos empezamos de golpe
nos saboreamos de prepo
como salidos de un cuento de amor
vos venías de un viaje de mochilas cansadas
yo pateaba verano sin sol
Y en el escolazo de los besos
cantamos bingo, y así andamos
Sin nada de mapas ni de candados
Jei me enseña siempre a mantener una sonrisa a pesar de todo, siempre
he sido yo el que aclara los horizontes a las personas que quiero cuando lo
necesitan, y él sin proponérselo, con su mirada de amor y su idealización de
las cosas me demuestra que para ser feliz, solo hay que serlo.