sábado, 10 de agosto de 2019

Jei


La primera vez que lo vi fue en un Mc Donalds de SJL en un rara tarde libre de Otoño, nos habíamos hablado en Grindr y su foto me hacía recordar al cartel de Lolita en la versión de cine de los 60s, cuando entre estaba de espaldas y volteo a verme como si sintiera mi mirada, me sonrió y me sorprendió, había ido a este encuentro como a otros tantos que uno suele tener con las personas que conoces en Grindr, pensé que solo sería algún venezolano más en Lima, lindo y pobre, que busca alguien que le invite alguna cena, y yo, siendo un depredador condescendiente siempre me había aprovechado de esa vulnerabilidad, o supuesta vulnerabilidad en algunos casos. Pero no. Jei era diferente y lo supe desde ese momento, quería seguir viéndolo, escuchando sus historias, ver como se reía  con las mías, me gustaba su libertad, su puerilidad natural y su positivismo intrínseco, de quien ha pasado por mucho en muy corto tiempo y que valora cada momento de paz o de atención. Mis ex y mis amigos siempre dicen que yo soy un caballero y con él no sería la excepción, pero como zorro viejo también fui dándole a entender en el camino que yo no buscaba nada serio y que esto tal vez no llegaría hacer nada y sin embargo se convirtió rápidamente en mucho. Tenemos una relación perfecta para las cosas que cada uno vive, nuestras realidades son muy distintas pero ambos nos utilizamos de vía de escape o de cable a tierra dependiendo del momento. Con nadie más he sentido la libertad de ser yo mismo, de caminar de la mano por la calle, de besarnos en cualquier lugar, de disfrutar de las miradas de los demás, con nadie más me ha sucedido que no sea yo él que besa sino el que se deja besar. La primera vez que lo vi decidí pasar todo mi tarde con él, me gustaba su sonrisa, sus dedos largos, su altura, su pelo afro y porte de modelo, su adicción por los influencers y que supiera la diferencia entre un Clutch y un Vanite. Pero por sobre todas las cosas disfrutaba de verlo verme, por más vanidoso que eso suene, sentir la mirada de felicidad cuando alguien te ve, la alegría que le da tu compañía es algo que a los 42 aun no conocía, no tengo duda de lo mucho que me han querido mis ex, pero tal vez no tenía la transparencia con sus sentimientos que tiene Jei. Es por eso que no tengo que dorarle la píldora, entre nosotros no hay cuentos porque las cintas blancas no se vuelven cadenas, no tenemos un nombre para lo que somos, no tenemos una fecha de inicio, porque nos gusta disfrutar nuestros momentos, nuestros besos nos son solo besos también son un impulso, un cambio de baterías, siempre que pienso en él recuerdo una canción que me gusta mucho:
Nos empezamos de golpe
nos saboreamos de prepo
como salidos de un cuento de amor
vos venías de un viaje de mochilas cansadas
yo pateaba verano sin sol
Y en el escolazo de los besos
cantamos bingo, y así andamos
Sin nada de mapas ni de candados

Jei me enseña siempre a mantener una sonrisa a pesar de todo, siempre he sido yo el que aclara los horizontes a las personas que quiero cuando lo necesitan, y él sin proponérselo, con su mirada de amor y su idealización de las cosas me demuestra que para ser feliz, solo hay que serlo.