Siempre que uno termina una relación amorosa o de otra índole, pero que representa algo importante en tu vida, es natural que la otra persona deje de ser para ti todo aquello que alguna vez fue. Lo que me sorprende, porque lo he vivido y lo he visto en otras personas, no es que hayamos cambiado el amor por el odio, que sería lo natural o de cierta forma lógico, sino por la indiferencia. Cómo aquella persona que antes representaba todo para ti, ahora se convierta en un nn, al que ni siquiera te das el tiempo de odiar. Me sorprende por ejemplo que luego de una semana, algo totalmente impensable un año atrás en esta misma época, recuerde a esa persona de la cual antes no me podía despegar. Que su voz en el teléfono no me emocione como antes, que su típico chantaje emocional me cause risa y que cambie su compañía por un café sin conversación y sin más compañía que el sudoku de Peru21. No odio a nadie, y espero nunca hacerlo, no odio a esa persona, porque no tengo ningún motivo para hacerlo, todo lo contrario, siempre tendrá un espacio en mi corazón que nadie más va a ocupar, porque es simplemente suyo. No, a lo que me refiero es que simplemente en nuestra codependencia cotidiana fui desilusionándome en la misma medida en que lo conocía, pero eso tampoco es culpa suya porque simplemente cometí el error usual de enamorarme de la persona que creí que él era, y no de la persona que es. Todos, creo, nos formamos imágenes de los demás y las idealizamos, tal vez por ello terminan cayéndose del pedestal esas personas a las que injustamente colocamos allí, y digo injustamente porque nadie debe estar en un pedestal, somos seres imperfectos y no deberíamos ser idealizados ni idealizar porque, claro, luego llega la verdad y ergo la desilusión. Como todos, él siempre vendió su mejor lado, el problema, como dije, es que yo me empeñe en no ver el otro.
El caso de MG es diferente porque ella no tenía posibilidades de ver el otro lado, ya que solo había uno. D no se vendió como el mejor, como el más amoroso ni como el más caballero porque nadie se lo hubiera creído. No, él era el bad boy y lo que si vendía es la posibilidad de domar a la fiera, lo que por supuesto no era cierto. D es todo lo que cualquier madre no quiere para su hija: desempleado, pelucón con facha, y mente, de metalero y sin tema de conversación. El novio menos ideal de todos y por su puesto el mas provocador. En él la ternura era inesperada y siempre bien recibida. Algo que estoy seguro sabía aprovechar bien. MG lo convirtió poco a poco en el novio que ella quería, por esa manía que tienen las mujeres de cambiar a sus parejas, pero aunque obtuvo logros, la esencia de D seguía siendo la misma y no estaba dispuesto a dejar a su legión de admiradoras que recién salen de la adolescencia por esta veinteañera que ya estaba buscando algo más estable. Lo que sucedió luego era de esperarse, MG se fue dando cuenta que no valía la pena tanto esfuerzo y empezó a mirarse desde afuera a sí misma con él y vio lo que antes no. Lo contradictorio de todo esto es que ambos aprendieron una lección. Ella: que podía ser perfectamente feliz sin él y que esos pequeños y esporádicos detalles que D le daba ya no la llenaban ni le interesaban. Y El: que no podía ser feliz sin esa mujer que siempre esperaba sacar lo mejor de él y algunos casos lo lograba. No creo que alguno de sus amigos metaleros lo hubiese imaginado parado frente a la casa de MG con un cartel que decía TE AMO con flores dibujadas y osito de peluche en la mano. Pero por supuesto ya era demasiado tarde, cuando una mujer deja de querer a alguien no hay marcha atrás. Antes de que se diera cuenta, ella ya había gritado: Next!! Y por supuesto había encontrado a alguien un tanto más perfecto que D.
Siempre me sorprende como uno no solo cambia, evoluciona, y aquello que antes nos importaba mucho ahora ya no tanto. No si tenga que ver con la madurez, seguro que si. Pero también con el hecho de que cuando crecemos somos menos tolerantes con actitudes y actos que sabemos que a la larga nos harán daño. No creo que sea tanto un tema de egoísmo como de supervivencia. Ya no se trata de tener que soportar a alguien cuando en realidad debería ser un gusto hacerlo. El amor no viene con manual de instrucciones, pero siempre podemos depurar lo que no nos hace falta.
El caso de MG es diferente porque ella no tenía posibilidades de ver el otro lado, ya que solo había uno. D no se vendió como el mejor, como el más amoroso ni como el más caballero porque nadie se lo hubiera creído. No, él era el bad boy y lo que si vendía es la posibilidad de domar a la fiera, lo que por supuesto no era cierto. D es todo lo que cualquier madre no quiere para su hija: desempleado, pelucón con facha, y mente, de metalero y sin tema de conversación. El novio menos ideal de todos y por su puesto el mas provocador. En él la ternura era inesperada y siempre bien recibida. Algo que estoy seguro sabía aprovechar bien. MG lo convirtió poco a poco en el novio que ella quería, por esa manía que tienen las mujeres de cambiar a sus parejas, pero aunque obtuvo logros, la esencia de D seguía siendo la misma y no estaba dispuesto a dejar a su legión de admiradoras que recién salen de la adolescencia por esta veinteañera que ya estaba buscando algo más estable. Lo que sucedió luego era de esperarse, MG se fue dando cuenta que no valía la pena tanto esfuerzo y empezó a mirarse desde afuera a sí misma con él y vio lo que antes no. Lo contradictorio de todo esto es que ambos aprendieron una lección. Ella: que podía ser perfectamente feliz sin él y que esos pequeños y esporádicos detalles que D le daba ya no la llenaban ni le interesaban. Y El: que no podía ser feliz sin esa mujer que siempre esperaba sacar lo mejor de él y algunos casos lo lograba. No creo que alguno de sus amigos metaleros lo hubiese imaginado parado frente a la casa de MG con un cartel que decía TE AMO con flores dibujadas y osito de peluche en la mano. Pero por supuesto ya era demasiado tarde, cuando una mujer deja de querer a alguien no hay marcha atrás. Antes de que se diera cuenta, ella ya había gritado: Next!! Y por supuesto había encontrado a alguien un tanto más perfecto que D.
Siempre me sorprende como uno no solo cambia, evoluciona, y aquello que antes nos importaba mucho ahora ya no tanto. No si tenga que ver con la madurez, seguro que si. Pero también con el hecho de que cuando crecemos somos menos tolerantes con actitudes y actos que sabemos que a la larga nos harán daño. No creo que sea tanto un tema de egoísmo como de supervivencia. Ya no se trata de tener que soportar a alguien cuando en realidad debería ser un gusto hacerlo. El amor no viene con manual de instrucciones, pero siempre podemos depurar lo que no nos hace falta.
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