martes, 29 de julio de 2014

Contigo aprendi.

Soy un chibolero convicto y confeso, no me avergüenza y he aprendido a burlarme de mí al respecto. Pero lo que creo nunca espere es recibir lecciones de vida de alguien a quien doblo la edad. Arrogante como soy, pensé que sería yo quien le enseñaría a esa persona, pero claro, y como siempre digo, el universo tiene un orden y yo ahora estoy aprendiendo lecciones de la formas más directa, no cruel, pero sí despabilante que me podía tocar. Unos de mis defectos más notables y devastadores es no saber decir que no, lo que me lleva indefectiblemente a situaciones desastrosas, algunas parecidas a discusiones de novios y otras a batallas de Medio Oriente. Tengo la mala costumbre de prometer lo que sé no voy a poder cumplir solo para no decir que no podré hacerlo y por supuesto eso me lleva a situaciones incómodas, aplazamientos eternos, o a esperar, con cierto nivel de fantasía, que las personas lo olviden o no lo hayan tomado tan en serio, aunque yo haya prometido tajantemente que no fallaré esta vez. Por supuesto, en este punto mi familia y amigos más cercanos ya toman el tema a broma, y yo no me había puesto a pensar hasta qué punto mis promesas eran algo molestas, hasta que la realidad me explotó en la cara. Dylan es alguien a quien quiero mucho, que se ha vuelto una persona especial en mi vida y como dije en un escrito anterior: somos muy diferentes.  Ella es alguien que no perdona, que está acostumbrada a decir las cosas como son, aunque jodan o duelan, no sabe mentir o fingir que algo no le ha molestado y es capaz de bajarte de la nube con una frase. Pero conmigo no es así, saca su lado más dulce, más sutil para decirme las cosas, se nota que se esfuerza por no mandarme a la mierda cuando tiene todos los motivos para hacerlo, y es justamente por eso que me enseñó una lección. Si alguien como ella se toma el tiempo y el esfuerzo de decir las cosas de forma bonita, ¿por qué es que yo no puedo decirlas de forma directa? Si tan solo se trata de decir lo que sientes, piensas y quieres cuando estás absolutamente seguro de lo que vas a decir, ¿por qué es que me complico tanto para hacerlo, si el resultado es infinitamente menos trágico que cuando digo o prometo algo de lo que no estoy seguro? ¿Por qué no puedo yo también hacer ese mismo esfuerzo, si finalmente es una acto de cariño y respeto, dos cosas que me ha demostrado tener hacia mí? Pero por supuesto no se restringe a ella, también hacia los demás. Hace poco le decía a mi madre que la vida me ha premiado rodeándome de personas maravillosas, con las que comparto la casa, el trabajo y la vida, entonces también por ese cariño y respeto de ellos hacia mí, debo ser más sincero, más directo y no complicar las cosas. Como dice ella:


-!Se sincero de alma, Alfred!

jueves, 1 de mayo de 2014

Luis

El para mí siempre es un enigma, siento que mientras más lo conozco menos se de él, aunque me lo cuente todo, no puedo evitar sentir que siempre hay algo más que no me dice. He descrito parte, importante, de nuestra relación con la letra de una salsa de los 80s: En mi cama nadie es como tú. Pero por supuesto Luis es mucho más que eso, tiene la capacidad intrínseca de sorprenderme, aun ahora cuando creo que ya está todo dicho y visto. Luis es inteligente y culto, habla dos idiomas y es de los pocos que conozco que sabe la diferencia entre Simone de Beauvoir y Patricia Highsmith, siempre está bien informado y es educado, pero por suerte cuando cierras la puerta y apagas la luz, se convierte en otra persona, es por eso que su apodo cariñoso es Kinky, saquen sus propias conclusiones. Luis es el tipo de chico que cualquier hombre como yo quiere presumir de tener como novio, es joven, bonito, dulce, con personalidad y en una reunión sabrá comportarse. En un mundo donde el que no ataca primero muere, Luis me ha demostrado que sabe como defenderse, sin perder la compostura y sin alterarse. Lo he visto discutir con viejos zorros, y aunque estaba peleando una batalla que no era suya, supo como disparar directo al corazón. Tiene obsesión con Drag Race y come como camionero, aunque no lo creerías si lo conoces, dada su delgadez. Tiene un culo que haría llorar de la envidiaba al David de Miguel Angel y nada me ha gustado más que dormir acariciándolo. Es a la única persona que le permito que me toque la puerta a las tres de la mañana solo porque está cerca y porque tiene ganas.

Pero Luis también es alguien que sabe querer, que es cariñoso y preocupado, sus mensajes de texto con frases de aliento tienen la facultad de ser oportunas y hasta de cierta forma imprescindibles. Me gusta renegar con él, con su autismo cuando esta frente a una computadora, o con su torpeza, pero también me gusta su compañía. Cuando nadie lo ve y cuando deja de pensar milimétricamente en todo lo que dirá o hará es mejor persona de lo que él mismo cree. Su risa es uno de los sonidos más extraños que he oído, pero me gusta escucharla, sobre todo cuando hago gala del humor negro de los Li. Pasar el tiempo juntos es algo que ambos disfrutamos, somos dos solitarios que debes en cuando necesitan alguien a su lado, al menos para que sea testigo de nuestras estupideces. Creo que la mejor frase para describir nuestra relación es una que le dije hace un tiempo y que causo un auténtico enrojecimiento de su rostro: La vida te da pequeñas recompensas y sin lugar a dudas tú eres una de ellas. 

sábado, 22 de marzo de 2014

Dylan

Cuando lo conocí, me sucedió lo mismo que me ha pasado antes cuando veo a alguien por primera vez y tengo esa extraña sensación de que esa persona será alguien importante para mí. Recuerdo exactamente los momentos en que vi a las personas que he amado y  a las que de una u otra forma se han convertido en referentes y amigos entrañables, siempre digo que si no me enamoro de ellas un poco cuando las conozco, entonces no llegaran a ser importantes para mí, de lo contrario siempre estarán en mi corazón. Él era muy joven, pero estaba plenamente consciente de lo que generaba, lo conocí en un antro innombrable al que iba con Carlos solo para ver que levantábamos y aun me resulta increíble la amistad que hemos logrado desde esa oportunidad. Dylan no se parece a nadie que conozco, no es alguien con quien trabajaría o que conocería en mi barrio, y sin embargo es una de las personas más cercanas a mi este último tiempo. Él es una contradicción cuando lo conoces, su figura espigada, su cara fina de rasgos delicados y sus dedos largos parecen los de una persona frágil y tal vez etérea, pero él no es ninguna de esas cosas. Es más seguro y más aguerrido que muchos que conozco y por supuesto tiene esa forma tan barrunto de mandarte a la concha de tu madre con ese estilo que solo un chalaco puede tener. En estos últimos tres años lo he visto cambiar física y emocionalmente, Dylan no pretende ser una mujer, al menos no por ahora, pero si conseguir la mayor femineidad posible, lleva el pelo largo y más claro, tiene mejor manicure que muchas de mis amigas y disfruta que la gente se confunda o se incomode con su androginia.  Él es quien es, y hace lo que le hace feliz. No le importan las miradas, ni los comentarios supuestamente sutiles, la hipocresía limeña que lo juzga pero que también lo invita a salir por ahí cuando la noche lo encuentra caminando por Miraflores, comiendo en un fast food o  comprando en un supermercado es algo a lo que ha sabido sacarlo provecho, y hasta eso me parece valido. Le gusta hablar conmigo y confía en mí, me pide mi opinión para muchas cosas y soy el primero en enterarme de algún nuevo amor y eso me es algo que le agradezco mucho, hemos pasado muchas tardes y alguna noches juntos y he aprendido a conocerlo y a quererlo. Me tuvo en vilo por tres días, cuando por alguna idiotez seudo romántica decidió escaparse, y nadie fue más feliz cuando vino a tocarme la puerta para decirme que estaba bien. Hemos llegado a conocernos bien, y ya sabemos con las miradas cuando algo no nos gusta o que nos pone de mal humor. Lo he visto llorar por amor y por nostalgia, por los momentos difíciles y los de perfecta felicidad. Me ha sorprendido su pueril madurez, su humor sarcástico y sus detalles. Nunca voy a olvidar esas veces que me trajo un postre o me invito a cenar, solo porque sí. Le gusta dormir a mi lado, dice que se siente protegido cuando lo hace y eso por su puesto me hace feliz, la nuestra no es una relación romántica, es mucho más que eso. Es de una amistad profunda y sincera. Él no tiene idea de cómo decir las cosas con dulzura y sin embargo las dices con una claridad que te traspasa, pero no te hiere sino más bien te despierta. Creo que seremos amigos por mucho tiempo y por ahora mi día no está completo sin un mensaje suyo diciendo:

-          ¿Qué haces Alfred?

jueves, 30 de enero de 2014

Los tipos duros no bailan

Cada cierto tiempo y en la mayoría de los casos inconscientemente me da por reinventarme, necesito cambiar las cosas, sino me aburro, aunque durante el tiempo de la transición reniegue de ello, lo cierto es que el resultado por lo general me gusta. Estoy pasando por ese momento ahora, me encuentro en una especie de limbo, tratando de encontrar un norte nuevamente, pero como también me sucede cada vez que vivo (sobrevivo) esta etapa, descubro cosas nuevas acerca de mí y más que nada de mi entorno. Este año mi casa de siempre, mi hogar, ha cambiado también, ya no se encuentra en ella mi Mama Rosa, la matriarca de la familia y obviamente el centro neurálgico de la casa, ahora solo somos tres hombres en ella: Bruce, Mañuco y yo. Somos muy distintos los tres, basta con pasar por el dormitorio de cada uno y cada ver que canal tenemos en el TV, Mañuco varía entre RPP noticias, Discovery Chanel y las carreras de la Formula 1, Bruce siempre ve el vóley, alguna serie de Sony y algún torneo de Tenis y yo casi siempre lo tengo en E!, FoxLive y HBO (nunca deportes) cada uno tiene manías diferentes y gustos diferentes, no solo los obvio.
Bruce es organizado y metódico, tiene muchos amigos y mucha vida nocturna, su celular suena más que la central de reclamos de Ripley y sin querer queriendo se convirtió en algo así como el jefe de la casa, aunque tratamos de que no lo note, Bruce es un sobreviviente en muchos sentidos, nadie estuvo más pendiente que él de mi abuela, nadie la lloro más y estoy seguro de que nadie la extraña más que él, pero con esa inteligencia emocional que lo caracteriza, llevo su pena y su luto lo justo y necesario como para continuar con su vida después. Él es quien nos une y ya es casi una obligación que cocine los domingos unos tallarines rojos con causa. Le cuesta mucho decir: Te quiero, pero eso hace justamente que te haga sentir también cuando lo hace.
Mañuco se parece al malo en las películas de KungFu y alguno que otro amigo (loca) me ha dicho que miedo tu tío, él es el macho alfa por antonomasia, pero sabe como nadie adaptarse a los nuevos tiempos y siendo padre de dos mujeres jóvenes y guapas es divertido viéndolo bajar la guardia y sentir ese cariño que solo los padres tiene cuando le dice: Chinita a María Pía o trata de entender su Smartphone para hablar con María Grazzia que ahora vive en Chile. Él ha estado allí en todos los momentos en los que se le necesitaba y nadie tenía más predisposición que él para ayudar. En todas mis crisis ha sido el padre ausente y aun hoy siento que me puedo apoyar en él. Trabaja mucho para darles a las dos Marias lo que necesitan y estoy seguro que ver a las dos mujeres hermosas e inteligentes que ahora son lo hace sentir orgulloso.

Convivimos muy bien juntos, respetando los tiempos y los espacios de cada uno. A ninguno nos gusta hablar por la mañanas, y coincidimos en la casa solo para la hora de dormir, y a veces ni para eso, pero eso no significa que no estemos pendientes el uno del otro. Tenemos un humor negro salvaje y cruel, pero esconden bajo esas bromas unas llamadas de atención. No somos de abrazarnos o sentarnos a cenar todos los días. Somos de frases como: ¡No sean huevon ps! ¡Haz algo! Y ¡Que fea tu comida! ¡Al menos cocine carajo! Pero nos mantenemos juntos para todo y hablamos siempre para ver cómo estamos, aunque nuestras llamadas no duren más de veinte segundos. Me siento más acompañado que nunca cuando estoy con ellos, aunque no estemos en la misma habitación, que estén a un grito de distancia me da seguridad. No vamos a ir a bailar juntos, porque solo Bruce sabe bailar, pero siempre estamos en la misma melodía.