Cuando estaba en la primaria sufrí de bulling, aunque en mi época no
tenía un nombre definido, pero igual lo sufríamos, ellos me gritaban, me
empujaban, tiraban mis cosas alegando que yo era diferente. En la secundaria
fue casi lo mismo, todos los días y me refiero a TODOS los días, cuando entraba
al salón me gritaban: ¡Si, LI! Y yo no entendía por qué, nunca me sentí
diferente a nadie, un poco ermitaño si, lorna también, me emocionaba más ver bailar a Madonna o a Rafaela
Carrá que un partido de fútbol, pero yo pensaba simplemente que mis gustos eran
diferentes y disfrutaba de eso, porque significaba que no seguía a las masas
sino que tenía mi propia personalidad, pero claro para ellos era obvio algo que
para mí no. Me costó dos años más darme cuenta, cuando hacia la cola en un
banco de Buenos Aires y un chico al que puedo describir al día de hoy, con macabra
precisión, inicio una conversación comigo, que era gay. Nunca antes nadie me había
hecho sentir así, el mundo a mí alrededor se había detenido, no había personas,
no había contexto, solo existíamos él y yo en una conversación trivial, y por
supuesto me aterré. A la semana siguiente empecé terapia, una de las mejores
cosas que hice en mi vida, y logré entenderme un poco más. Pero aún me costaba
mucho hablar del tema, porque siempre me habían enseñado que lo correcto era
enamorarse de una mujer, casarse y tener hijos. Así es que decidí probar la
bisexualidad y tuve un par de enamoradas, mujeres maravillosas a las que quise
en verdad, pero que no llenaban mi vida. Me costaría dos años más y sin ningún
aviso previo, como suelen suceder las cosas que valen la pena vivir, conocía a
Ian, y mi mundo cambió. No solo me di cuenta que esa era mi esencia sino además
que, como me había costado tanto llegar a aceptarme, ya no estaba dispuesto a que
nadie me dijera lo que tenía que hacer, fui y soy libre. A la primera persona
que se lo dije fue a mi gordis, luego a mi abuela que lo tomó con una
tranquilidad y un buen humor que me hizo notar que era aún más obvio de lo que
yo creía y que ella solo estaba, respetuosamente, esperando mi momento. Luego
las más difíciles serian mi Mamá y mi hermana, pero sentados en un café de El
Tigre se los dije y también me apoyaron. Y es por eso que creo, que si uno
tiene el apoyo de su familia, lo demás no importa. No importa Cipriani, ni
Martha Chavez, importas tú, en como vives tu vida, no como gay, sino como
persona. Por supuesto que es terrible tener que llevar el estigma de que ser
gay es malo y continuamente tienes que luchar contra eso y de muchas maneras, no
solo el que te griten ¡Maricón! por la calle si besas o vas de la mano, sino a
quien hace una broma o comentario sintiéndose cool y no tiene idea de lo
ofensivo que es. La vida indefectiblemente será difícil para cualquier gay, pero
es terriblemente más difícil si tu familia no te quiere solo por serlo. Gritarás
en las marchas, bailaras en las discos y amarás a quien quieras, pero siempre
te faltara algo. Por eso creo que la lucha primero comienza en casa, siendo tú
mismo y logrando, como es natural, que te quieran solo por ser hijo, hermano o
familia, si no existe ninguna diferencia en el trato entonces no te afectaran
las diferencias afuera, si tu mamá te dice que te quiere por sobre todas las
cosas, entonces todas las cosas están sobre ti, sin ensombrecer tu vida. Por
supuesto que uno debe luchar por la igualdad de los derechos y estoy seguro de
que lo hacemos con más fuerza cuando no existe en tu cabeza un motivo por el
cual podrían discriminarte, ya que solo estas siendo tú y eso no debería
molestarle a nadie.
martes, 30 de junio de 2015
martes, 16 de junio de 2015
Oh mio bambino caro
Hace un tiempo una buena amiga, mujer
hermosa y extrañamente pragmática me dijo que siempre nos enamoramos de las
mismas personas, y aunque por su puesto estaba de acuerdo, también pensé que
era un poco exagerada o simplista la explicación, desde el punto de vista desde
donde lo quieras ver. Sí, es verdad siempre me enamoro (encapricho) del mismo
tipo de chico: bonito, delgado, algo culto o con bastante personalidad. Me
gusta salir con alguien que cause envidia, seguramente por algún trauma
psicológico auto infringido, no lo sé y tampoco me importa, yo lo disfruto y
punto. El problema es cuando te dejas llevar, cuando le pones expectativas a
una relación que ni siquiera es tal, ya me golpeado muchas veces, porque como
dice Nicomedes: a cocachos aprendí. Las cosas como son, cuando te llevas tantos
años de diferencia con tu saliente de turno, nunca, pero nunca, debes
imaginarlo como nuevo novio, de boytoy no debe ascender, sino la cosa se pone
complicada y de allí a noticia de ATV sobre un cabro mato a otro por celos no
hay mucha distancia. La cosa es así, si se parece a Justin Bieber sácalo a
pasear, mételo en tu cama, pero no a tu corazón. Esta lección como dije antes
me costó mucho aprenderla, pero finalmente lo logre. Creo. Lo malo ahora es que
como ando cerca,lamentablemente, de los cuarenta mi paciencia no es la misma.
No tengo ganas de charlar, de conocer, de
escuchar el drama de quien cree que no tener wifi es suficiente motivo
para un día miserable. Antes con tal de quitarles la ropa podía fingir que me
interesaba en lo difícil de sus clases, lo incomprensión de sus padres, o por
qué cree que será el próximo Lady Gaga y por supuesto no llega ni a Wendy
Sulca. En mi hoy y ahora, no tengo tiempo para eso, o vamos directo al grano o
no vamos.
Pero por supuesto, no sería yo si no
fuese contradictorio y por algún motivo me sucede que las personas se sienten
cómodas conmigo, y terminan contándome mucho sobre sus vidas y yo
intrínsecamente me convierto en un buen oyente, razón por la cual, termino
siendo el amigo Alfredo (FUCK!) y es entonces cuando te das cuenta que esta
generación confunde las cosas, es muy fácil llevárselos a la cama porque están
buscando desesperadamente algo de afecto, y aunque muchas veces, más de las que
me gustaría admitir, me he aprovechado de eso, también casi siempre he
terminado acariciándoles el pelo en vez de besarles la espalda. Si es cierto
que sigo buscando a mi perfecto Dorian Grey, pero esta generación no busca,
aunque no lo admitan o ni siquiera se den cuenta un Sugar daddy sino alguien
que les dé al menos una idea de lo que deben hacer. Muchas veces me he
sorprendido a mí mismo pensando en la discoteca, está bueno el chibolo, pero no
debería estar en su casa o con gente de su edad, no se está adelantando mucho,
creyendo que está en su momento,
cuando en realidad solo será el nuevo agarre del sábado de alguien como yo.
Esta bueno divertirse y añadir un punto más a tu lista, pero también es bueno
sentir, que como dice Fito Páez, estas con un enemigo a la altura del
conflicto.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)