El domingo en la
mañana cuando uno despierta de una juerga, de una noche de copas o simplemente
de una semana intensa, tiende a dormir un poco más, a pensar un poco más con la
almohada abrazada, que en mi caso, no es buena consejera. Por eso cuando él me
envió un mensaje diciendo que tenía que contarme algo y que le daba vergüenza
tener que hacerlo, yo ya sabía de qué se trataba. Cuando uno está inmerso en
una relación tan apasionada como la suya es inevitable y hasta intrínseco el
que todo lo que suceda siempre esté a punto de ebullición. He estado allí.
Siempre digo que aunque ahora no signifique nada para mi Francisco es el amor
de mi vida. No he conocido a nadie más con quien continuamente estar al borde
la locura, nosotros nos necesitábamos de muchas maneras y muy pocas de ellas
eran sanas, para quienes hemos vivido una relación apasionada, sexualmente
fogosa y emocionalmente desgastante saben de qué hablo. El sexo es el mejor que
tendrás, porque es de una arrechura constante, autoritaria y animal. Literalmente
te arrancas la ropa, no hay espacio ni lugar donde no necesites al otro, aun
cuando estas teniendo relaciones estás pensando que más quieres hacer o
hacerle. Es ese estremecimiento de desear al otro tanto que hasta daño le
quieres hacer. En el momento de la pasión todo es válido, un insulto, un golpe
y hasta un escupitajo. Como creo que en realidad quería decir Nina Simone con
su Spell on you. Quieres tanto a la persona, tu calentura es tal que la
posesión tiene que ser total y casi nunca la obtienes totalmente, por eso
quieres más. El problema es que estas pasiones tienen fecha de caducidad y toda
esa intensidad que tenía el sexo ahora las tienen las peleas. Así como le
sucedió a este amigo mío, el final de mi relación con Francisco fue dura,
cruda. Cruel. Habíamos peleado por una tontería que había desatado su ira y aun
después de diez años, recuerdo perfectamente todo, sus ojos desorbitados, su
cara enrojecida, la espuma que salía por la boca y los insultos, que nadie
nunca me habría de repetir, su ira era tal que yo estaba seguro que el
desenlace solo podía ser fatal, estaba completamente seguro que alguno de los
dos saldría físicamente herido como mínimo, pero aunque por suerte eso no
sucedió, nunca más fuimos iguales. Aun después de sus intentos de pedir perdón,
puedo decir con certeza, que luego de terminar esa pelea mi amor por él se
había ido y nunca más regreso.
Hoy mientras me contaba todo lo sucedido la noche
del sábado, no pude evitar recordar todo lo vivido y usar mi experiencia para
poder ayudarlo a tomar una decisión, sin embargo luego de una minutos de charla
él ya la había tomado sin darse cuenta, porque a diferencia de mí, él si había
sido golpeado físicamente y aunque no había sentido miedo del golpe per se, si
de lo que este había generado en él, como si el universo lo golpeara también
para poder tomar la decisión de pedirle que se fuera. Adrián tenía que
recomponerse, recoger los pedazos de las cosas rotas y también de su dignidad y
sacar fuerzas para poder continuar. No lo hizo en ese momento porque la furia
del otro no se lo hubiera permitido, espero a la mañana que fue cuando me mando
el mensaje para contarme solo una parte de lo sucedido, para decirle que él
saldría y que al volver no estuviera porque no quería verlo al volver, sintiendo
mientras lo decía que su corazón se partía pero que si embargo su autoestima se
fortalecía y le demostraba con una
certeza, al igual que a mí, que ese era el final.
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