Ayer mientras miraba por segunda ves la película de Almodóvar cuyo titulo he copiado para este articulo, no pude mas que emocionarme de vuelta con esa escena aterradora donde solo el llanto de desesperación y terror de Cecilia Roth te parte el alma aunque no seas madre, y sobre todo si como yo no eres últimamente un buen hijo. Mi madre alguien a quien veo mucho menos de lo que quisiera y debería, me enseño muchas cosas y últimamente he puesto en practica muy pocas de ellas. La vida me ha llevado el ultimo año por caminos equivocados y bastantes ingratos pero como suele suceder me di cuenta cuando todo se caía sobre mi. He confiado en pocas personas y confío en pocas cosas, pero su voz al otro lado del teléfono con ese tono de amor impagable e inquebrantable aun me da fuerzas. Mi madre tiene la cualidad de ser inoportuna como muchas madres en el mundo, pero me conoce demasiado y sabe hasta donde preguntar o la sutileza de decir como quien no quiere la cosa, que me cuide, que no haga locuras que todo saldrá bien. Me rompe el corazón cuando me dice que soy un buen hijo, porque últimamente no me considero tal, pero también me deja regañarla cuando se gasta la plata del alquiler en los tragamonedas o comprándoles a sus nietos alguna cosas innecesarias pero que se pagan con un abrazo gordo.
La he visto, desde lejos, luchar contra el cáncer y ahora con el párkinson pero aun así sale a trabajar porque nunca le gusto depender de nadie. Es terca y metiche como pocas, da su opinión cuando no se la piden (ya se de donde me sale) y siempre encuentra una segunda mala intención en todo, aunque en eso no se equivoque tampoco. Confía en muy pocas personas y tiene ojo clínico para los hipócritas, tal vez por ello fue la única persona que me dijo solo con hablar cinco minutos una sola vez y por teléfono que de quien me estaba enamorando no me convenía y también fue ella quien me dijo que la amistad de Milagros seria invaluable.
Extraño amanecer en su casa, que me prepare el desayuno con ese amor que solo las madres tienen, que haga el café exactamente como me gusta, con el agua sin hervir, que me compre facturas y me cocine ñoquis, que me mire mientras como, mientras le cuento algo incluso mientras leo el periódico, que me mire con amor. Extraño nuestros reencuentros en el aeropuerto donde grita ¡HIJO MIO¡ ni bien me ve salir y su mirada de tristeza cuando me voy. Extraño abrazarla porque eso siempre me recarga las baterías del alma. Pero por sobretodo extraño caminar con ella por las calles de Buenos Aires hablando de todo, del chico que me gusta, de mi hermana y el pesado de su marido, de sus achaques, en fin, de todo eso que uno habla con su madre y aunque es tácito para mi se ha vuelto demasiado nostálgico. Se que este año debo comprar un pasaje de regreso, pero he cambiado mis prioridades demasiadas veces y dejado que me lleve la corriente, pero espero que este año no termine sin que me diga : ¿Qué haces boludo?, ¡hazle caso a tu madre!.
La he visto, desde lejos, luchar contra el cáncer y ahora con el párkinson pero aun así sale a trabajar porque nunca le gusto depender de nadie. Es terca y metiche como pocas, da su opinión cuando no se la piden (ya se de donde me sale) y siempre encuentra una segunda mala intención en todo, aunque en eso no se equivoque tampoco. Confía en muy pocas personas y tiene ojo clínico para los hipócritas, tal vez por ello fue la única persona que me dijo solo con hablar cinco minutos una sola vez y por teléfono que de quien me estaba enamorando no me convenía y también fue ella quien me dijo que la amistad de Milagros seria invaluable.
Extraño amanecer en su casa, que me prepare el desayuno con ese amor que solo las madres tienen, que haga el café exactamente como me gusta, con el agua sin hervir, que me compre facturas y me cocine ñoquis, que me mire mientras como, mientras le cuento algo incluso mientras leo el periódico, que me mire con amor. Extraño nuestros reencuentros en el aeropuerto donde grita ¡HIJO MIO¡ ni bien me ve salir y su mirada de tristeza cuando me voy. Extraño abrazarla porque eso siempre me recarga las baterías del alma. Pero por sobretodo extraño caminar con ella por las calles de Buenos Aires hablando de todo, del chico que me gusta, de mi hermana y el pesado de su marido, de sus achaques, en fin, de todo eso que uno habla con su madre y aunque es tácito para mi se ha vuelto demasiado nostálgico. Se que este año debo comprar un pasaje de regreso, pero he cambiado mis prioridades demasiadas veces y dejado que me lleve la corriente, pero espero que este año no termine sin que me diga : ¿Qué haces boludo?, ¡hazle caso a tu madre!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario