lunes, 10 de octubre de 2016

La vida pasa


Hoy veía (contemplaba) una entrevista que le hacían a una actriz, cantante, filosofa y show woman argentina que me gusta mucho, se llama Nacha Guevara, hace años la vi en un espectáculo en Buenos Aires y una de las frases que decía en este espectáculo se quedó conmigo para siempre, por ser de un pragmatismo esclarecedor: Nada como un buen par de patadas en el culo para que la vida recupere su sentido. Pero hoy tenía otra igual de pragmática pero más introspectiva, lo que me sorprendió es que es algo que yo no solo pienso sino que también practico, al menos cuando tengo una vida laboral intensa, ella decía: Por más que tengas un arduo día, debes al menos darte quince minutos para ti, para hacer lo que se te dé la gana o no hacer absolutamente nada. Creo que eso es algo que todos debemos practicar, incluso para descansar de nosotros mismos, de nuestros pensamientos y emociones, debes escapar para ver las cosas desde otra perspectiva o tomar fuerzas, si solo continuas caminando y no te detienes a ver el camino o a pensar si estas realmente seguro de a dónde quieres ir, no vas a poder disfrutar lo que sucede a tu alrededor. Hasta hace poco cuando trabajaba en Falabella, por un motivo totalmente ajeno a lo que me termino motivando por irme me tome un día, un día para no hacer absolutamente nada y me di cuenta de cuantas cosas me perdía de la vida por estar metido en la tienda resolviendo problemas tan triviales sobre como doblas los pantalones de la nueva colección. Siempre me ha gustado el trabajo en retail y nadie es más feliz que yo cuando armábamos una vitrina, una que nosotros habíamos pensado, me sentía orgullos cuando las personas se detenían a mirarla en Jirón de la Unión, pero lamentablemente ese era un pequeño momento cada cierto tiempo, la mayor parte estaba sentado en una oficina minúscula imprimiendo precios o contestando correos tan tontos como si el top de la nueva colección estaba adelante o atrás, como si en verdad a alguien le importara. Entonces decidí que no, que ya no quería hacer eso. Seguramente para muchas personas era una decisión completamente irresponsable dado que mi situación económica era muy mala, pero también pensé: ¿y? Al único al que realmente le va a afectar eso es a mí y si yo estoy dispuesto hacerlo, entonces que importa. Me fui.

Decidí, nuevamente, empezar de cero y ha sido todo un aprendizaje no solo porque soy muy desordenado e irresponsable, sino porque aunque tenga días en lo que no tengo ni para el pasaje, son mis días, mis horas y mis problemas. Siempre he dicho de mí mismo que soy la personificación de un poema de Amado Nervo que se llama En Paz, yo soy un privilegiado. Vivo la vida que me gusta, la cual por supuesto debe mejorar prontamente, pero eso no significa que no haya cosas en mis días que no disfrute. Me gusta despertar a las siete pero no salir de la cama hasta las ocho, me gusta tomar el café sin estar apurado, me gusta prender la PC y empezar a trabajar en un diseño, me gusta ir a las tiendas de acabados o de telas y escoger mientras armo en mi cabeza la habitación de un cliente, me gusta salir a caminar solo porque sí, me gusta ir de Villa el Salvador o a San Juan de Lurigancho a visitar un cliente y conocer algún lugar de Lima que no conocía y que seguramente al cual no iría de otra forma. Me gusta decidir que mañana es un buen día para no hacer nada, pero también me gusta sentirme útil en algunas cosas cotidianas que la mayoría de gente no tiene tiempo de hacer, algún trámite, pintar algunas paredes, esperar a los del cable en el depa de mi hermano. También me da tiempo para almorzar sin apuros un miércoles con mis primas, ir a la casa de mi baby bella para tomar lonche o leer el Somos sin pensar si ya habrán instalado todo el POP. En resumen me gusta sentir que la vida no pasa sin que lo note, todo lo contrario absorbo cada minuto de ella, aun sin hacer nada.

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