Cuando caminaba de regreso a mi casa un sábado o mejor dicho un domingo a las tres de la madrugada, sintiéndome igual de solo que antes de irme, pensé que si la vida me había dado la oportunidad de volver a empezar debería también cambiar mis hábitos, no todos, porque tampoco es cuestión de dejar de ser uno mismo. Me refiero a aquellos que terminaron perjudicándome.
Antes de conocer a Francisco mi vida tenía un equilibrio cómodo. Me gustaba mi soledad y mi independencia, era defensor acérrimo de mi metro cuadrado, pero con él empecé a acostumbrarme, y claro a disfrutar, de hacer las cosas en compañía. Me volví de cierta forma codependiente, necesitaba ir con él a todos lados aunque solo fuera por no ir solo. Ahora que Francisco no esta me es muy difícil volver a disfrutar de mi soledad y termine por buscar compañía en los lugares menos indicados y ergo con las personas incorrectas. Como si quisiera llenar un espacio que no necesitaba tanto un cambio como una reestructuración.
Todo eso me hace pensar cuanto necesitamos estar solos y cuanto nos conformamos con lo que viene solo para evitarlo ¿Deberíamos buscar a alguien que nos acompañe aunque sea solo para pasar el rato o deberíamos buscar a la persona correcta y mientras entretenernos con alguna introspección desalmada o completamente complaciente? Lo importante, creo, es detenerse a pensar que en realidad queremos.
Nunca había sido un problema para mi caminar solo, comer solo y ir al cine solo, es mas hasta muchas veces le huía a los demás personas solo para hacerlo. Pero cuando uno ha probado algo que le gusta y se acostumbra a esa sensación, es más complicado volver a lo anterior. Pero estoy seguro que no deberíamos perder la perspectiva, como dije antes, deberíamos tener en claro cual es nuestro norte antes de embarcarse en el camino, de ida o de vuelta. Si como dice una canción que me gusta: El final es en donde partí, pienso que hay que empezar a disfrutar primero de nosotros mismos antes que de los demás. Volver a empezar no tiene que ver solo con replantearse la vida y su cotidianeidad, sino también con escucharse a uno mismo. Como dice Charly: ¿Como puedes ser feliz con tan gente hablando a tu alrededor?
Antes de conocer a Francisco mi vida tenía un equilibrio cómodo. Me gustaba mi soledad y mi independencia, era defensor acérrimo de mi metro cuadrado, pero con él empecé a acostumbrarme, y claro a disfrutar, de hacer las cosas en compañía. Me volví de cierta forma codependiente, necesitaba ir con él a todos lados aunque solo fuera por no ir solo. Ahora que Francisco no esta me es muy difícil volver a disfrutar de mi soledad y termine por buscar compañía en los lugares menos indicados y ergo con las personas incorrectas. Como si quisiera llenar un espacio que no necesitaba tanto un cambio como una reestructuración.
Todo eso me hace pensar cuanto necesitamos estar solos y cuanto nos conformamos con lo que viene solo para evitarlo ¿Deberíamos buscar a alguien que nos acompañe aunque sea solo para pasar el rato o deberíamos buscar a la persona correcta y mientras entretenernos con alguna introspección desalmada o completamente complaciente? Lo importante, creo, es detenerse a pensar que en realidad queremos.
Nunca había sido un problema para mi caminar solo, comer solo y ir al cine solo, es mas hasta muchas veces le huía a los demás personas solo para hacerlo. Pero cuando uno ha probado algo que le gusta y se acostumbra a esa sensación, es más complicado volver a lo anterior. Pero estoy seguro que no deberíamos perder la perspectiva, como dije antes, deberíamos tener en claro cual es nuestro norte antes de embarcarse en el camino, de ida o de vuelta. Si como dice una canción que me gusta: El final es en donde partí, pienso que hay que empezar a disfrutar primero de nosotros mismos antes que de los demás. Volver a empezar no tiene que ver solo con replantearse la vida y su cotidianeidad, sino también con escucharse a uno mismo. Como dice Charly: ¿Como puedes ser feliz con tan gente hablando a tu alrededor?
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